Top 5: ¿Por qué el Main Event es irremplazable?
Por General Torneos Live
dentroEs conocido como "The Big One", pero también podría conocerse como "El único". Resumamos lo que hace del Evento Principal de las WSOP un torneo único en el mundo.
"A través de su historia, sus fabulosos desafíos, su estructura, el Evento Principal de las WSOP supera todos los sueños. ¡Y es hoy!". Así tuiteó el gran Michel Abecassis hace unos años, justo antes de atacar el torneo que él y miles de otros aficionados estaban esperando durante meses. Este verano, su ausencia se siente mucho más que cualquier otro evento en vivo. Normalmente, The Big One debería estar celebrando su 51ª edición en el Rio de Las Vegas, reuniendo a todo el mundo del póker en un solo lugar, para coronar a un nuevo Rey del Póker en el año 2020. Sin embargo, aunque los salones del Rio deberían estar ahora llenos hasta la bandera, no podemos permanecer impertérritos ante el momento que vivimos. Los jugadores, privados de buscar sus sueños en los tapetes de tela y madera, intentan ganar brazaletes en línea, frente a sus ordenadores o dispositivos móviles. Obviamente, el sabor de victoria es completamente distinto, por no mencionar que no es accesible a todo el mundo: solo unos pocos estadounidenses tienen acceso a ellos, así como el resto de habitantes de países donde los mercados ".com" no están regulados.
Es un hecho: tendremos que esperar un poco (¿hasta otoño?, ¿hasta 2021?, ¿2022?, difícil de decir) antes de que podamos disfrutar de nuevo del torneo más grande y hermoso del mundo. Más allá de la participación y los grandes premios, ¿qué hace que el Main Event sea un torneo difícil de comparar a cualquier otro? Si alguna vez te has hecho esa pregunta, ¡has llegado al lugar oportuno!
Un ambiente único y sin igual
Cualquier jugador que haya tenido la oportunidad de jugarlo, por lo menos una vez en la vida, te dirá lo mismo: sea cual sea tu pedigrí, si lo juegas por primera vez o por decimoquinta, no te registras igual en el Main Event de las WSOP que a cualquier otro torneo. Es el mejor y el más grande del año, el que hemos estado esperando tanto y que finalmente podemos tocar con los dedos. Además, la organización no es de esas que se olvidan fácilmente, con una puesta en escena atractiva que no se puede encontrar en ningún otro sitio: diez minutos antes del inicio de cada día, resuena en todas los rincones del Rio este remix legendario de una de las partituras más emocionantes de Ennio Morricone (DEP). El corazón se acelera y la presión aumenta de nuevo cuando uno de los ganadores y/o héroes de alguna edición anterior sube al escenario para dar a cada jugador el prestigio de este evento extraordinario. En ese momento, todos los presentes forman el núcleo de un planeta del póker que existe solo para ellos y a través de ellos.
Y la maquinaria perfectamente engranada se pone en marcha, la Thunderdome (apodo que recibe el set de televisión de la ESPN) se enciende, las estrellas desfilan y van desapareciendo dando paso a otras que empiezan a emitir su propia luz brillando intensamente bajo el ojo de las cámaras. Los pasillos nunca se vacían, invadidos por "raileros" a veces más atacados que los propios jugadores a los que apoyan. Luego, cuando solo quedan un puñado de mesas, es en las gradas donde se concentran, con sus camisetas y sus cánticos creados especialmente para la ocasión, que pretenden a toda costa cantar más fuerte que el vecino, con una pinta de cerveza normalmente tirando a caliente en sus manos, sus ojos clavados en esa montaña de billetes que en un momento dado aparece sobre la mesa principal. Algo que solo puede suceder en Estados Unidos. Solo en el Main Event.
Las mayores estrellas del póker... y de todas partes
Al igual que cualquier éxito de taquilla que se precie en Estados Unidos, el Evento Principal de las World Series of Poker debe tener un reparto de primer nivel, lleno de estrellas memorables. Con cada nueva edición, la pregunta resuena por los pasillos y las salas de prensa: ¿qué celebridades aparecerán este año y centrarán las miradas del respetable? A veces puede ser un tal Aaron Paul, quien inmortalizó a Jesse Pinkman en Breaking Bad (foto de 2015), de quien apenas dio tiempo a tomar algunas instantáneas. Los días de los Matt Damon, Ben Affleck, Edward Norton, Tobey Maguire o Kevin Garnett, y otras superestrellas del fútbol americano menos conocidas en nuestras latitudes, parecen parte del pasado, aunque se siguen viendo rostros conocidos como los de Gerard Piqué, Jason Alexander (Seinfeld) o por supuesto, Patrick Bruel. Cada año disfrutamos caminando por las diferentes salas del Rio para tratar de encontrar una cara conocida o en secreto con la esperanza de encontrar esa estrella vista por la ciudad los días previos.
Y luego, por supuesto, están las leyendas de nuestro juego, cuya aura brilla un poco más fuerte en el momento en el que el Main Event echa a rodar, y que son reunidas por primera y única vez a lo largo del año bajo el mismo techo de forma simultánea: nos divertimos al encontrar a los antiguos Campeones del Mundo presentes en el field, nos asombra una mesa televisada capaz de sentar en el mismo tapete en pleno Día 1 a Daniel Negreanu y Jason Mercier, vibramos como nunca antes lo hicimos cuando el propio Daniel Negreanu se acercaba a pasos agigantados a la Mesa Final, y casi ni sorprende ver a Johnny Chan llegando lejos en el único torneo WSOP que juega cada año; estamos esperando desesperadamente la llegada de Phil Ivey, lamentamos la ausencia de Doyle Brunson (quien considera que el Main Event es demasiado largo para su ya avanzada edad) y nos deleitamos con esos fanáticos capaces de esperar durante horas a pie de rail para cazar un autógrafo de Phil Hellmuth a sus llegada al Main Event. Es uno de los grandes atractivos del Main Event, tener la posibilidad de acercarte lo más posible a tus ídolos, hacerte una foto con ellos e incluso charlar un rato con ellos si coinciden en tu mesa. Parte de este ya famoso sueño americano que todos pueden reclamar por 10.000 $.
Por doquier, aficionados en pleno éxtasis
No se equivoquen: aunque son los profesionales los que han escrito la leyenda de las WSOP, son los aficionados quienes la impulsan año tras año. Sin la victoria en 2003 del famoso de ellos, un contable de Tennessee con un nombre predestinado, ¿las WSOP habrían experimentado tal crecimiento? ¿Estaríamos siquiera escribiendo este artículo hoy? Es cierto que Chris Moneymaker (foto) no fue el primer recreacional en ganar el título supremo: solo un año antes, lo había logrado Robert Varkonyi y, ya en 1979, un extraño de Vermont llamado Hal Fowler había conseguido derrotar a los jugador tejanos antes de caer en el más profundo anonimato.
Además, su victoria no fue el único factor que explica el tremendo auge del póker observado durante la década de 2000: la retransmisión de las World Series of Poker por televisión y el crecimiento del juego en línea también contribuyeron en gran medida. Pero el hecho es que la coronación de Moneymaker, que llegó en un momento clave, demostró a todo el planeta que incluso en los niveles más altos, el póker era accesible para todos, siempre que tuviéramos: 1) una conexión a Internet y unos cuantos dólares para invertir en un satélite, 2) mucha motivación y también (¿y sobre todo?), 3) mucha suerte.
Desde Moneymaker (cuya historia ha sido tantas y tantas veces contadas hasta convertirse en miembro del Hall of Fame en 2019), hay miles de personas que quieren imitarla cada verano. La mayoría de ellos no tuvieron éxito, por supuesto, pero para nosotros los observadores, es un placer renovado cada año ver la aparición de nuevas personalidades, muy diferentes entre sí, y preguntarse quién será "el elegido" de esta edición. En 2006, en pleno boom del póker (el récord todavía vigente de participación), Jamie Gold firmó una carrera descarada de la que todavía hablamos hoy en día, tergiversando las reglas con un comportamiento a veces no muy limpio (pero siempre llamativo) y cortando la cabeza a muchos profesionales gracias a un estilo de juego ultra-agresivo que recuerda los mejores días de Stu Ungar. El año siguiente, Jerry Yang nos dio un espectáculo surrealista: el de un hombre de fe que invoca a Dios constantemente, rezando en voz alta en cada mano. Lo peor de todo es que funcionó: Yang es recordado como uno de los ganadores más sospechosos en la historia del Evento Principal, uno de los que solo una intervención divina podría permitir ganar... El Evento Principal por primera vez nos dice "¡el nivel es el mismo que en un torneo de 50 € en línea!". No es una señal de condescendencia, sino la realidad: ningún otro torneo de 10.000 dólares presenta estilos de juego tan hetereogéneos.
Para lograr un impacto en el Big One, un aficionado no necesariamente tiene que llegar hasta el final del torneo. Recordamos, por ejemplo, la edición de 2009 y el choque de culturas entre Steven Begleiter , el tiburón financiero de Wall Street y Darvin Moon (foto) , el leñador de Maryland. Ese año, la clase trabajadora tenía la ventaja sobre el capitalismo: Moon solo se rindió al final, contra Joe Cada, mientras que Begleiter tuvo que conformarse con el sexto lugar ...
Más recientemente, John Hesp (foto) entró instantáneamente en el Libro de Visitas del Evento Principal: cumpliendo un viejo sueño al competir en el torneo por primera vez a la edad de 64 años, el pensionista en camisas llamativas acostumbrado a torneos de £ 10 en su casino de Yorkshire. Navegó durante dos semanas con buenas vibraciones, alcanzando el 4º puesto y atrayendo la simpatía de todo el planeta del póker, deseando verle triunfar contra los profesionales.
Más allá de las personalidades individuales que vemos florecer cada año, son todos los aficionados en la carrera quienes le dan al Evento Principal su sabor particular . A pesar de su precio de entrada (sin cambios desde 1972 pero que aún representa una inversión considerable), el Big One sigue siendo un torneo bastante democrático, y el único evento con una entrada de 10.000 $ donde los aficionados superan en número a los profesionales. Los satélites, que se celebran continuamente en el Rio durante todo el verano (alcanzando un frenesí frenético en los últimos días antes del inicio), permiten que muchos jugadores recreacionales participen en el torneo de póker más popular y prestigioso del planeta, habiendo invertido solo 500 $ o 1.000 $. Pero también están ellos, los más ricos, que pagan en efectivo con lo que llevan en los bolsillos en un día normal, mientras que otros ahorran dinero para formalizar su inscripción solo una vez en la vida. También conocemos a muchos aficionados que venden acción o que consiguen su entrada en sus casinos locales, en satélites a larga distancia: el jugador mejor colocado en la clasificación anual es enviado a Las Vegas, con la promesa de donar parte de sus ganancias a amigos que se quedan en casa. En Winamax, el KING5 es un buen ejemplo, enviando cada año a cinco amigos a Las Vegas para vivir una experiencia vital. Esto nos permite experimentar hermosos momentos de amistad cada vez que sucede. Por poner un ejemplo: el de Jean-Baptiste (foto), el último superviviente del equipo de Toulouse, superando la burbuja bajo los ojos de sus 4 compañeros con apenas tres fichas en la mano. Terminaremos con una especie algo especial, que conocemos bien: la de esos trabajadores de póker en la sombra que asisten al Evento Principal cada año... sin sentarse en las mesas. Los periodistas Victor Saumont "TapisVolant" y Kevin Noblat "Harper", quienes terminaron lanzándose a la piscina tras años cubriendo el torneo. Lo hicieron bien: en sus primeros intentos en 2016 y 2017 terminaron ITM, y los recuerdos quedaron grabados para siempre.
Cada amante se acerca al Evento Principal de manera diferente, de acuerdo con su concepción del póker (¿y la vida?). Para algunos es sobre todo un juego: los vemos aparecer ataviados con un disfraz y disparando un 3-bet en la primera mano antes de pedir que les sirvan un cóctel. Otros (más numerosos) se toman el Evento Principal como lo que es: el momento más importante de su vida. Estos generalmente activan el modo de bloqueo: probablemente no construirán un gran stack, pero avanzarán al Día 2, que ya es un gran logro por sí mismo, y lo celebrarán con una cerveza durante el último nivel del día, una tradición a la que pocos jugadores renuncian. Todos estos jugadores contribuyen a darle al Evento Principal un ambiente carnavalesco: colorido, cosmopolita y alegre. En una palabra, único.
Bad beats que no saben igual
Si sigues el blog del Team Winamax lo sabrás bien: Romain Lewis cuenta con todo lujo de detalle su deep-run en el Evento Principal de las WSOP 2019 (60º de 8.569 jugadores). Al leer las líneas del jugador de Burdeos uno se da cuenta: en el Main Event, cada bad-beat tiene un impacto capital. Romain experimentó esa amarga experiencia: con un stack muy profundo, vio cómo su sueño se desvanecía en cuestión de minutos, después de perder tres encontronazos que parecían inevitables. Tal vez el peor día de su vida en las mesas de póker... Un banal coinflip, un simple 50/50, en resumen, una mano que se puede perder con total normalidad, pero que aquí tiene un sabor muy particular, que permanece en el paladar durante horas, incluso mucho después de salir por las puertas del Rio. Pregúntale sino a Daniel Negreanu, una leyenda que las ha visto de todos los colores: tras su eliminación a las puertas de la Mesa Final en 2015 (11º) después de un movimiento bastante estándar, el canadiense literalmente cayó desplomado al suelo. La foto se convirtió en una instantánea de culto.
Pero eso no es nada si lo comparamos con Matt Affleck, víctima de uno de los mayores golpes en la historia del torneo allá por 2010: tras su eliminación al perder un bote de chipleader a falta de 15 jugadores restantes en un 80/20 contra el futuro ganador del torneo, Jonathan Duhamel, el protagonista de estas líneas quedó completamente roto ante semejante injusticia, bajo la mirada compasiva de sus rivales y compañeros:
También podemos citar a Jean-Robert Bellande, quien también tuvo sus desgracias en el Main Event antes de ganar su primer brazalete de las WSOP en 2018... Otros, como Phil Hellmuth, ya un jugador nervioso y temperamental de base, que no se tomó nada bien su eliminación en 2008 a manos de Joe Cada. Terminemos con otro bad-beat de culto, uno de los que (tal vez) cambió el curso de la historia del póker: Phil Ivey.
A la caza del Last Spaniard Standing
A veces se nos critica por esto: nuestra cobertura en vivo desde Las Vegas otorga un lugar preferencial a los participantes españoles. Vayamos al grano: esta elección no se debe particularmente a un patriotismo exacerbado de nuestra parte; en verdad, no importa demasiado, la procedencia de un jugador. Pero este sesgo tiene la ventaja de poder ofrecerle artículos e información que se destacan de la cobertura oficial del gigante PokerNews.com, cuyos ejércitos de reporteros cruzan cada pasillo de las salas de Brasilia, Amazon y Pavilion y no le quitan la vista de los grandes nombres internacionales. Y luego, si no nos centramos en los jugadores españoles, ¿quién más lo haría? ¡Winamax ha sido el único sitio que ha cubrido todas las WSOP en el idioma de Cervantes durante sus dos últimas ediciones! Además, en el Evento Principal, cada año, hay algo así como un centenar de españoles para participar en el Big One . La cifra varía según la edición (según la salud de cada bankroll y los presupuestos), pero cada vez es lo suficientemente alta como para satisfacer en gran medida a un equipo de reporteros allí desplazados.
A lo largo de las dos semanas que dura el Evento Principal, nuestro enfoque va evolucionando paulatinamente. En los gigantescos Días 1A, 1B y 1C (o incluso 1D en alguna edición) prevalece el "modo cazador": se recorren kilómetros durante todo el día en los tres grandes salones para encontrar a los miembros del clan, tomar alguna foto y si es posible, intercambiar algunas palabras que ayuden a contextualizar sus primeros compases.
A partir del Día 2 comienza un largo proceso de eliminación. Hora tras hora, los nombres se eliminan de nuestra larga lista. En ella hay de todo: favoritos, miembros del Team Pro, jugadores clasificados que apenas conocemos, jugadores que regresan después de años de ausencia, aficionados con estrellas en los ojos e incluso algunas celebridades. Tratamos de mantenernos al tanto del progreso de cada uno de ellos, sin embargo sigue siendo un ejercicio muy difícil: todavía hay demasiados para un solo par de ojos. Pero, en general, cuando llega la burbuja, tenemos el recuento preciso de la cantidad de españoles que pueden vivir este gran momento, y cada uno tiene por lo menos el derecho a disfrutar de una foto que le sirva de recuerdo.
Después de la burbuja continúa la cuenta regresiva, más frenética que nunca. En esta etapa, la mejor manera de seguir el progreso de "nuestros" jugadores es poner guardia frente al mostrador donde los eliminados formalizan su ITM. Una pregunta basta para saber la desafortunada historia de cada uno: "¿Qué ha pasado?". A menudo, esta conversación es dolorosa para el interlocutor que viene a rememorar sus sueños destrozados, por lo que la conversación se prolonga lo justo: "Gracias, y enhorabuena de nuevo". El intercambio dialéctico termina después de tomar buena nota del flip de turno o el bad-beat. Sin embargo, a veces podemos ahondar un poco más en la situación, si bien para ello hay que contar con la paciencia y la complicidad del interlocutor.
Una vez que comienza la segunda mitad del Main Event (por ejemplo, a partir del Día 5), el field tiene por fin un tamaño humano (menos de 400 jugadores, todos ubicados en la misma sala) y la participación española se puede contar con los dedos de una mano. Es en ese punto a partir del cual podemos dedicarles el tiempo que se merecen, desarrollando las manos más importantes hora tras hora, capturar sus emociones y escribir sus reacciones. Un ejercicio obligatorio es la foto que reúna a los supervivientes a la finalización de cada jornada, una tarea no siempre sencilla, pues siempre hay alguno que tiene prisa por subirse a un taxi, pero con un poco de insistencia, normalmente logramos nuestro cometido. Esta foto no siempre reúne a jugadores que se conocen entre si, pero sí comparten un denominador común: la pertenencia a nuestra comunidad.
Es inevitable: siempre llega un momento en el que solo queda un español en liza: A veces esto sucede demasiado pronto, como en 2015, cuando nos quedamos sin representación española antes de que quedaran 100 aspirantes sobre el tapete, tras la elimianción de Ka Kwan Lau "Kaju85" en 143ª posición. Sin embargo, en los últimos años hemos tenido el privilegio de vivir en primera persona los "deep-runs" de algunos jugadores que son ya parte de nuestra historia. Dos veces, incluso, hubo motivo para volver a Las Vegas una vez terminado el verano, para acompañar a Andoni Larrabe (2014) y Fernando Pons (2016), los únicos dos españoles que han alcanzado la Mesa Final del Evento Principal en la era moderana, logrando el distintivo de November Nine. A veces el final de la historia es frustrante (Samuel Bernabéu, el 30º en 2018 tal vez siga preguntándose si debía ir all-in o no con aquella pocket pair cuando le estaban atrapando), y sino que se lo digan a Carlos Mortensen, ganador del Main Event en 2001 cuando el póker no gozaba de la popularidad de hoy en día, y que ya en la era moderna pudo convertirse en November Nine en 2016, cayendo eliminado en plena burbuja de mesa final.
No importa el cómo ni el quién, siempre que nos quede esa ilusión: ya sean aficionados que vivan un sueño despiertos o profesionales experimentados, para nosotros siempre es un placer compartir con los observadores en la distancia los avances del clan español, y transformanos por unos días, una docena de ellos, en periodistas nada caracterizados por la imparcialidad. Y seguro, que algún día, tal vez seamos nosotros los que tomemos asiento para disfrutar de una hermosa y cálida tarde de julio: "Después de esto, ya me puedo morir en paz".
¡BOLA EXTRA! Las cosas que no echamos de menos
OK, las WSOP son mágicas, grandiosas, enormes, bla, bla bla... Pero no debemos olvidar que también hay una "Cara B" no tan popular. Porque a veces también hay algo de lo que quejarse. ¡Y es lo mismo todos los años! Por favor, ¿cuándo piensan bajar la intensidad del aire acondicionado en las salas de póker del Convention Center para no resfriarnos pasada una semana de estar allí? (Respuesta evidente: nunca). Podríamos consolarnos con la comida, pero no: el Rio es grande, y no siempre tenemos tiempo para caminar hasta los restauurantes a menudo hasta la bola. Y si no puedes pagar los platos orgánicos y muy caros del camión All American Dave instalado en la parte trasera del recinto, te toca sentarte en algún lugar donde las carnes grasas y los fritos son la tónica habitual, tanto es así que la mayoría no cambian su menú desde 2012. Además de eso, a veces, los descansos para la cena están programados a media tarde, un horario poco europeo.
Tampoco es conveniente que tengas mucha prisa en coger un taxi a la salida del Rio después de un día 1 con 2.000 jugadores, y es mejor no querer orinar en los descanso del torneo, de lo contrario tu vejiga explotará mientras todos esperan para hacer las mismas necesidades. Bueno, siempre podrás matar el tiempo con tu teléfono inteligente surfeando las redes, pero ten cuidado, porque si durante tu excursión al WC solo te queda el 10% de batería y el pánico se apodera de ti, una vencedora con sonrisa Profident podría atacarte para venderte uno de esos cargadores que "solo" cuestan 80 dólares. Demasiado caro, pero es prácticamente la única basura útil que ofrecen los vendedores en los pasillos de las WSOP.
Como reporteros, vuestros servidores también vivimos momentos de soledad: a veces se necesitan los instintos más afilados para reunir al Team Winamax para la foto al final del día. Esfuerzos que se ven muchas veces truncados con un lacónico "Oh, lo siento, ya me fui". Otros, en cambio, optan por otra estrategia igual de dolorosa: hacernos esperar durante interminables minutos. Está bien disfrutar de una charla amistosa con los crupieres mientras esperamos, pero ¿podríamos hacer esta entrevista en otro momento? ¡Es la 1 de la madrugada y el artículo no se escribirá solo! A veces, ni siquiera tenemos derecho a una respuesta: intenta pedirle a un jugador sumido en el más profundo tilt que te cuente esa última mano que le puso en modo estufa. Sí, es cierto, podríamos dejarles y no molestarles, pero también es parte de su trabajo, ¿no? En resumen, nada ni nadie es perfecto, pero está bien: todavía amamos las WSOP, nuestras WSOP.
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