[Blog] ¡Yo asumo!
Por General LIFE STYLE
dentroAquellos que me leen con cierta asiduidad ya se habrán dado cuenta de que suelo seguir una lógica particular cuando escribo una nueva entrada del blog: parto de un tema general que me estimule e intento llevarlo al mundo del póker con objeto de sacar conclusiones. En esta ocasión os propongo que abordemos una cuestión que tiene más importancia de lo que creemos: asumir las consecuencias de nuestros actos.
Desde pequeños tendemos a tener esta malsana costumbre que nos impide ser consecuentes con las decisiones que tomamos. Por ejemplo, si cometíamos un fallo siempre teníamos a alguien al lado a quien echarle las culpas, como nuestro hermano pequeño o incluso el perro. Éramos conscientes de que habíamos hecho algo mal, pero una sensación de vergüenza nos impedía afrontarlo. Una dinámica que continuaba en el instituto. Recuerdo que cuando sacaba malas notas no era cosa mía, sino que la asignatura era complicada y/o el profesor era duro. Sin embargo, cuando sucedía al revés, el mérito era todo mío. Era un crack. Una manera de pensar que me servía también cuando jugaba a la consola (la típica excusa del mando). En este tipo de situaciones observamos lo que se llama “sesgo cognitivo”, un mecanismo natural de autodefensa que permite que no nos deprimamos cada vez que tomamos una mala decisión.
¿Para qué sirve asumir?
No asumir las consecuencias de nuestras decisiones es una manera fácil de no tener que justificarnos ante el mundo. Nuestra vida consiste una búsqueda constante de la aprobación, así que no hacer lo que se espera de nosotros puede ser decepcionante para nuestros seres queridos. Ahora bien, quizás lo importante es hacerse la siguiente pregunta: ¿conviene vivir en base a lo que se espera de nosotros o en base a cómo queremos vivir?Todos tenemos convicciones, valores y maneras distintas de tomar decisiones. Es más, estas diferencias son fundamentales a la hora de construir nuestra propia personalidad. Creo que nos sentiríamos mal si estuviéramos constantemente dejándonos llevar por la masa social, ya que llegaría un momento en que esto sería insufrible y derivaría en una pérdida de confianza considerable. Normalmente, cuanto más grave sea la situación más complicado será de asumir nuestras decisiones. Por ejemplo, siempre será más fácil decir públicamente que tu amigo/a ha olvidado pagar la barra de pan que de asumir haber delatado a tus vecinos a la policía. Es natural. La carga emocional y los factores a considerar son totalmente diferentes.
Recuerdo que durante mi segundo año en la escuela de comercio tuve que tomar una decisión crucial. Con el tiempo empecé a darme cuenta de que ya no me interesaba tanto como antes, no había ninguna motivación intelectual para seguir matriculado. El póker empezaba a ser mi sola preocupación. ¿Qué debía hacer? ¿Era lógico dejar los estudios y echar por tierra todo el esfuerzo que mis padres habían hecho para jugar a las cartas así como así?
Estas preguntas me taladraban la cabeza día sí y día también, aunque mi sueño de dedicarme a lo que realmente me apasionaba latía con fuerza. Al final, decidí lanzarme en cuerpo y alma al naipe … ¡tras acabar mis estudios! Tomé una decisión: aspirar a otro tipo de vida.
A partir de ese momento tocaba asumir responsabilidades. Aquí empieza la parte verdaderamente interesante. Paralelamente, había creado una empresa con un amigo que gestionábamos a medias, algo que me tomaba muy en serio, así que tenía que encontrar el equilibrio sin descuidar la esfera social (parienta, familia, amigos…). Cuando queremos ser consecuentes con lo que hacemos también es recomendable preguntarnos si movemos el culo lo suficiente para conseguir lo que queremos. Tenemos que ser honestos con nosotros mismos. Sobre todo, en el póker, que es una disciplina en la que es complicado controlar hasta el más mínimo detalle. Ahí es cuando verdaderamente se ve al ganador.
Cuando al fracasar admitimos abiertamente que no hemos logrado los objetivos mostramos fortaleza y resiliencia. De esta manera progresamos y aprendemos. Es imposible avanzar sin cometer errores. Es decir, buscar excusas que justifiquen nuestras equivocaciones nunca nos servirá para mejorar. Si algún día me va mal en el póker o en cualquier faceta de mi vida no tendré ningún problema en asumir mis responsabilidades. Para mí, asumir responsabilidad es como comprometerse con uno mismo.
¿Hay que asumir todo?
He aquí la verdadera cuestión. En la vida, nada es blanco o negro, el día a días es más complejo. Cada persona establece los límites como considera. Si eres homosexual en un país extremadamente intolerante con los derechos de la comunidad LGBT es perfectamente normal que uno muestre cautela a la hora de mostrar públicamente su orientación sexual. Sé que es un ejemplo un poco extremo, pero a través de él quiero ilustrar que no se debe juzgar a la ligera. Históricamente, mucha gente ha muerto por aquello en lo que creían, inspirando así a millones de personas. No se puede tener un planteamiento binario ni reducir el debate al “se debe” o “no se debe”. Dudar es un verbo fundamental para mantener la mente abierta.Romper las cadenas
Llevo bastante tiempo dándole vueltas a este tema. Cuando estuve en Japón el pasado marzo vi cómo un recipiente de plástico era llevado por el viento hasta un río cercano. Tras reflexionar un poco, decidí meterme en el agua para recogerlo. Unilateralmente, tomé la decisión de recuperarlo para combatir la contaminación, siendo así consecuente con los valores en los que creo. Tenía los pies helados, sí, pero la mente tranquila. Tanto es así que este pequeño gesto me ayudó a ver cuánto había progresado a este respecto. Antes era el maestro de los pretextos. Encontraba siempre la manera de justificar el hecho de no ser coherente con mis valores. Por un lado, me iba bien, ya que así me evitaba alguna cara colorada. Por otro lado, era nocivo, pues nunca tenía verdaderamente la conciencia tranquila.Es decir, cuanto más asumo mis acciones más bien me siento. Es una manera de liberarse de unas cadenas invisibles, así como una señal de madurez y confianza. Soy consciente de que es complicado abordar el tema de manera integral en una sola entrada de blog, debido a la cantidad de situaciones que se pueden contemplar, pero no quería meterme en jardines que no conozco bien.
Me gustaría terminar con la dimensión del arrepentimiento. En uno de sus libros la autora Bronnie Ware compila los últimos pesares de algunas personas en su lecho de muerte. Dos de ellos han sido tratados en esta entrada: “Me hubiera gustado vivir mi vida y no la de los otros”; “Debí haber aprendido a asumir mis sentimientos”. Poco más que añadir.
Muchas gracias de haber aguantado hasta el final. Os invito a que me hagáis llegar vuestras experiencias y opiniones sobre lo que he dicho (sobre todo si no estáis conformes).
¡Abrazos!