[Blog] Unas WSOP para el recuerdo (3ª parte)
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Tan pronto como abro los ojos en esta octava mañana de julio siento una determinación interna completamente renovada. El día anterior, tras lucharlo con uñas y dientes, conseguí terminar el Día 2 muy bien posicionado. Hoy comienza la siguiente jornada. Y quien dice nueva jornada dice nuevas ambiciones, nuevas páginas por escribir.
El sol entra por las ventanas. Me levanto y constato que el despertador estaba a punto de sonar. Parece que el cuerpo no me pedía seguir durmiendo. ¡He dormido lo que necesitaba! Es una buena señal y cuando uno está camino de enfilar el Día 3 del Main Event de las World Series of Poker (WSOP) hay que agarrarse a todas las buenas señales.
Ahora bien, una cosa está clara: el día será largo. Y otra menos clara: el tema de las plazas pagadas, que seguramente caerán con la tarde o, en el peor de los casos, mañana al principio del Día 4. ¿Existe la posibilidad de que me quede con la miel en los labios en burbuja de premios? Esas preguntas no tocan ahora y, además, van en contra uno de mis objetivos de esta edición: no elucubrar sobre potenciales escenarios. En esta edición de las WSOP, para mí, es el presente lo que cuenta. Y, por el momento, lo saboreo con mucho gusto. Bueno, admito que es fácil decirlo mientras me relajo en el borde de la piscina de la villa, ya que la cosa cambia cuando pierdo un cuarto de mi stack en un flip. Algo que es importante analizar, pues un jugador de póker debe intentar comprender qué afecta al estado de ánimo.
En este sentido, tengo otra meta: no obsesionare cuando vienen mal dadas. Que enlaza con esta otra: canalizar bien y poner de mi parte para entender las cosas que están fuera de mi control. Aunque como casi todo en la vida es más fácil decirlo que hacerlo. Sea como sea supongo que es cuestión de práctica. En estos momentos mi prioridad es disfrutar de la mañana y dejar de lado el naipe por unas horas con un menú compuesto por bagels, plátanos, huevos y veinte minutos de nado. Coldplay, los Artic Monkeys y Queen se encargarán de la banda sonora antes de la recomendable ducha fría. Y a esto que llega Steph, es decir, me quedan diez minutos. La verdad es que me siento con ganas. De camino al casino Río repasaré con el coach la estrategia a seguir antes de despedirme de él y enfilar los pocos metros restantes en la canícula del desierto de Nevada.
Como en casa
Pavillon Room. La conozco desde que tenía doce años gracias a las retransmisiones de ESPN y sigue pareciéndome gigantesca. Tengo la impresión de haber pasado la mitad de mi vida entre estas cuatro paredes. No es la más confortable del festival. Siempre me hace falta unos minutos de adaptación para ponerme cómodo y aislarme del ruido. Tiempo que se añade al que tardo buscando la mesa que me corresponde entre las 256 que hay. Pero lo logro y después de la verificación pertinente por parte del crupier me instalo con mi montón de plástico. Día 3, ¡allá vamos!Sin tiempo que perder resubo con una mano aceptable mientras mis adversarios continúan sacando las fichas de las bolsas. Rey-Dama, raise, fold, fold, fold, fold. Estamos en el calentamiento. Otra. ¡Pareja de 6! Mismo escenario. Soy el jugador más joven de la mesa y he resubido mis primeras dos manos. Seguro que han tomado buena nota. La primera media hora pasa de maravilla y me llevo mi primer all-in preflop del torneo con Q-Q que aguanta contra As-3 de un jugador que se restaba por 15 BB. Cuento con 270.000 fichas, es decir, 100 BB. Estoy a punto de encarar el primer lance de enjundia del Día 3.
Spot clave #3
Resubida en el botón de un americano cuarentañero bastante discreto por ahora. Su stack no es nada del otro mundo, pero las fichas verdes, esas de 25.000, abundan. Desde la ciega pequeña me contento con pagar con as-jota desparejado. Mi vecino de la derecha se tira y nos quedamos los dos con un flop As-7-3 con dos tréboles. Decido cederle la iniciativa y hace una apuesta de continuación clásica por valor de 4.500. En líneas generales me limitaría a pagar, pero teniendo en cuenta la imagen que proyecto opto por subir. Check/raise a 18.000 puntos. Dudo que se lo trague. El crupier da la buena nueva y la cara del estadounidense pasa de no haber roto un plato en su vida a asesino en serie. El snap-call está claro. No creo que me afecte la varianza con el check/raise, pues cuento con la Jota de tréboles. Si llega a caer un tercer trébol en el turn podré hacer check/call sin problemas (un detalle que me ha decantado por la vía de la agresión en el flop). Y termina pagándome.
En ese preciso instante me doy cuenta de que el bote está cogiendo hechuras. El turn es un Rey de corazones. Aunque apostar 3 barrels por valor es una opción, me limito a pasar para así inducirle a que me intente farolear con sus manos sin As aprovechándose de tener posición. Finalmente envía 22.000 y se queda con 125.000. Escojo pagar. River: un 5. No consigo ligar color, aunque cuento con mi top pair apoyada por la jota. Tras los correspondientes golpecitos a la mesa cruzo los dedos para que el amigo americano haga lo propio. Sus manos tiemblan, pero no consigo saber si es de miedo o de excitación. Tiene pinta de querer apostar. Y apuesta. Concretamente, 75.000. Una burrada. Más de la mitad de su stack. Y lo peor es que no tengo ninguna información sobre él. Temo equivocarme y perder la concentración. No veo por qué debería igualar una apuesta de tal tamaño sin tener ni un dato del jugador. En general, los americanos tienden a ir con algo bueno en este tipo de spots, pero no es ciencia exacta. Toca tomar una decisión. Puede llevar dobles parejas, está claro. Sí, eso es lo que lleva. Bueno, fold. La mesa, que hasta ese instante parecía estar dormida, se despierta de la siesta para ver a mi adversario enseñar lentamente un 10 y un 4. Nada que ver con el board. Vaya bluff me acaban de colar. No me lo esperaba para nada. Enhorabuena, crack, me digo. Independientemente de si técnicamente su movimiento es aconsejable o no, lo que cuenta es que mi contrincante me ha demostrado en un solo enfrentamiento de qué es capaz. En otras palabras, me ha declarado la guerra. Además, no se ha cortado y me ha enseñado las cartas, lo que significa que de ahora en adelante será más precavido. Esa es la lectura positiva que saco. Sin embargo, más vale que no se me olvide porque esto solo acaba de comenzar.Después de este sobresalto decido estirar las piernas y tomar un poco de agua para pasar el mal trago. Respiro profundamente y… back in the game! Top pair en un 3-bet pot. Un trío rentabilizado en cada calle. Una escalera. Todo va como la seda. Unos treinta minutos de ensueño. Ya me veo en el Día 6 o 7 con mis colegas y familiares gritando mi nombre desde el rail... Vuelvo al presente. Tan solo estamos en el ecuador del primer nivel del Día 3 y he conseguido doblarme, así que hay motivos para creer en hacer valer la entrada. Y así lo hago saber en Twitter. Pero no tengo que obsesionarme con ello. En este festival en nueve horas pueden pasar muchas cosas.
420k après 75min de jeu #day3baby#longwaystill#WSOPME#crazytable@Winamax pic.twitter.com/RAIpXeMTl3
— Romain Lewis (@RomainLewis) July 8, 2019
Spot clave #4
Soy el primero en hablar, así que decido tirarme y terminar de guardar mi portátil para no hacer esperar al personal por culpa de mi vicio con las redes sociales. Quedan 25 minutos para la pausa y por el momento me encuentro pletórico. 2.400 de ante y la ciega grande del mismo valor. La crupier, una americana de unos cincuenta años de edad, reparte sonriente. Se nota que le gusta lo que hace. Da conversación y anima la velada con anécdotas de sus más de diez años de experiencia. Personalmente, encuentro a los dealers de este lado del Atlántico más apasionados que sus compañeros europeos. Es un interesante porque… Me toca hablar. ¿Todo el mundo se ha tirado? No, se me ha escapado que el jugador situado en el asiento 1 ha subido. Yo me encuentro en el asiento 9. En ciega grande. Miro mis cartas… ¡dos reyes! 11.000 su subida, esto es, más de cuatro veces lo que vale la ciega grande. No le he visto jugar mucho, aunque recuerdo que anteriormente utilizó el mismo sizing preflop. Su stack: 140.000. Aquí podría 3-betear hasta 25 ó 30k, pero tengo miedo que demuestre mucha fuerza. Después de todo, él sabe perfectamente que nunca me tiraría un farol de ese tipo en estas circunstancias. Por otro lado, su decisión tampoco deja entrever una mano increíble. ¿As-Rey? ¿As-Dama? Creo que lo mejor es ver el flop, igualar para disimular un poco y rezar para que no caiga ningún As de entrada. En cuestión de segundos el bote engorda hasta los 20.000 puntos. El flop es 9-5-3 con dos diamantes. Nada mal.
Le cedo la palabra. Para mi desgracia, la crupier intercede en mi campo de visión y ni logro ver con claridad cuánto ha metido en el flop. “Twenty-three-thousand”, me aclara la dealer. Si le pago tan solo le quedará el equivalente a un bote en el turn, pero hay bastantes turns que van a ralentizar la acción. No llevo el rey de diamantes, y eso afecta a mi jugabilidad. Me tomo mi tiempo para evaluar los distintos escenarios. ¿Qué imagen tiene de mí? ¿Qué mano puede llevar? ¿Se tiraría con un par de 10 o de Jotas si voy all-in? Puedo intentar hacerle creer que llevo un proyecto, pero no sé cómo va a reaccionar. De cualquier manera, me extraña que apueste tanto sin nada. Me da que se muere por llevarse este bote…, aunque debe proteger de algo. ¿Una pareja de 10? No creo. Me giro con parsimonia hacia la crupier y le indico que voy all-in.
Mientras intento mantener el tipo, busco desestresarme con imágenes mentales tipo saltar en paracaídas. Pero el latido de mi corazón no miente: no es un bote cualquiera. Quiero que piense que soy un joven europeo capaz de ir con todo con un proyecto de color. También tengo en cuenta que si percibe que no estoy nervioso no tendrá ningún problema en pasar. Es decir, forzar una imagen determinada puede ser sospechoso. Estudia mi postura un poco y vuelve a concentrarse en lo que tiene entre las manos. De repente, tras unos minutos suplementarios de reflexión, se erige y mete de un tirón en el centro de la mesa una pila de fichas: un bote de 300.000 puntos acaba de nacer. Rápidamente enseño mis reyes y él, con cara de arrepentimiento, enseña… As-9. Top pair. ¡En realidad, no es la mejor mano para mí! Hubiera preferido una pareja de 10 para limitar sus outs a dos. ¡Con eso tiene cinco! No obstante, no me puedo quejar. Ahora toca rezas para que no caiga ni un As ni un 9. La presión se siente más que nunca. Si sobrevivo a esto entraré seguramente en el grupo de los chip-leaders. Y mi corazón vuelve a hacérmelo saber. El ritmo cardíaco se acelera a medida que la crupier se toma su tiempo para contar las fichas. ¿Para qué tanta historia! ¡Lo importante son las cartas! ¡Nos estamos jugando la vida aquí! Turn: 8. Ni fu ni fa. River: As. Mi gozo en un pozo. Acto seguido escucho a mi vecino gritar de alegría. Le disculpo. Es normal. Lo entiendo. Esto es el Main Event.
Darles vueltas a las cosas forma parte de la varianza invisible de un evento. De la misma forma sé que pasar página forma parte de mi trabajo. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro evita el mal sabor de boca. No soy un robot y me cuesta asimilar determinadas cosas. Un uppercut de mi adversario me hubiera afectado menos que ese As en el river. O por lo menos el dolor hubiera desaparecido antes. Cuento con varias herramientas para reponerme de este tipo de situaciones, pero ninguna es tan eficaz como… El show debe continuar y más vale que espabile porque estoy a minutos de la primera pausa del Día 3. Igualo una pequeña apuesta a la altura del turn ¡Toma! Escalera en el river. Había decidido hacer check-back mi Jota-8 en 9-10-6. Ahora el river es un 7. Hay 30.000 fichas en medio y meto un poco más que el bote. Mi adversario tiene un stack reducido. Se lo piensa unos segundos y me paga con aires de no estar muy convencido…. ¡Me lo llevo! ¡De nuevo en forma!
Spot clave #5
As-As. ¡La primera de la jornada! Intento controlar la respiración, pero lo admito que la emoción me puede. Abro hasta 5.000 y un jugador en el botón 3-betea a 17.000. Tengo la impresión de que puede lanzarse con bastantes manos medias porque pensará que aprovecho los últimos instantes antes de la pausa para atacar. Suele ser así. Los jóvenes tienden a agredir durante los minutos finales del combate; los más veteranos son más precavidos y optan por no arriesgar. Pago los 17.000 y la simpática crupier nos enseña un flop bastante aceptable: As-Jota-5 desparejado. No está nada mal porque voy por delante, sin embargo, me cuesta ver lo que lleva mi contrincante. Si lleva dos Reyes nunca me dará todo, aunque preflop la cosa hubiera sido distinta. El turn es otro 5. Ahora sí que tengo las de ganar. Check-check. River: un Rey. Interesante. ¡Con dos Reyes querrá empujar el plástico! También puede apostar caro un As para me hacer "foldear" ante un hipotético split. En todo caso voy a hacer check para que piense que no voy tan cargado. Mira su stack. Eso es positivo. Empieza a jugar un poco con sus fichas. Mejor aún. Empieza por las fichas naranjas, las que valen 5.000 cada una. ¡Venga sigue! Extrañamente baja el ritmo y tan solo añade otras de color amarillo hasta llegar a los 29.000 punto. No está mal. Me tomo mi tiempo y veo cómo algunos tiran millas para comer; yo me limito a hacer el papel. Un buen momento. La crupier me mira y le confirmo lo que está pensando: “All-in”. Inmediatamente el segundo en discordia se apunta a la fiesta y muestra Dama-10. Yo hago lo propio.
Para él el torneo toca a su fin. Por mi parte, enfilo el túnel de vestuarios con un stack de 460.000 unidades. ¡Qué nivel! Cuando recuerdo que faltan cuatro breaks más para el término de la jornada… El póker es un juego que te hace atravesar multitud de fases emocionales en nada de tiempo. La pausa de veinticinco minutos es más que bienvenida, pero no me olvido de en qué estado estaría si no hubiera sido por esa pareja de Reyes. La varianza me ha permitido olvidar ese golpe en un abrir y cerrar de ojos. ¡Qué potra! A veces, disgustos como el anterior pueden durarte una o dos horas.
Donde los sueños...
El resto del día dista bastante del primer nivel. Pierdo un split por 15 ciegas contra un jugador short-stack antes de cambiar de mesa. Las eliminaciones se suceden y la Pavillion se vacía en cuestión de minutos, aunque para mí el tiempo no pasa tan volando. Mis esperanzas de engordar mi stack de un solo golpe antes de la burbuja se eclipsan cuando nos cambiamos a la sala Amazon. Siento que el dinero se acerca a pasos agigantados. La Amazon es la sala más emblemática del Main Event. Dentro de sus cuatro paredes se escribe la historia del póker. Ahora me toca a mí. Tan pronto como tomo asiento veo a adversarios en muy buena forma. Yo tengo un stack de 350.000 puntos. Y quien dice nueva mesa dice también nueva dinámica. Me 3-betean tres veces durante las dos primeras vueltas, pero yo no me respondo a las agresiones. Defiendo mis ciegas sin nada que llevarme a la boca. Ataco un flop sin mucho éxito y me value cut con top pair en un botecito. Así podemos resumir los niveles 1.500/3.000 y 2.000/4.000. Tres horas que difieren en forma y fondo de la acción vivida durante el primer nivel, tres sin disfrutar del respecto con el que contaba durante los compases iniciales de la velada. Empiezo a dudar. ¿Y si este no es el año del ITM? Si no me hubieran hecho añicos aquel As ahora mismo estaría martirizando a todos los presentes sin piedad. Me sorprendo de nuevo haciendo elucubraciones. Centrarse en el momento presente es más complejo de lo que creía. Más vale que focalice mis pensamientos en todo lo que representa el festival. Miro mi stack y miro el reloj “Main Event Day 3 – Blindes 2.500/5.000” y me acuerdo de todas aquellas noches en las que me quedé dormido con los comentarios de Norman Chad y Lon MacEachern de fondo.
Lo que cuenta es que sigo en la brecha, algo que por desgracia no puede decir mi compañero de equipo Ivan Deyra, quien dice adiós al torneo tras ir all-in con una pareja de 8 en 8-5-3 contra dos overcards y un flush draw. No obstante, sé que Ivan sabrá reponerse del golpe. Su fuerza mental le llevará más tarde o más temprano a proclamarse campeón de mundo. Estoy convencido.
Nos anuncian que la mesa se rompe y ordeno mis 300.000 fichas, es decir, 50 ciegas con las que encarar la que posiblemente sea la última mesa del día. Estamos a 50 eliminaciones de entrar en las primeras plazas pagadas de 15.000 $. Con las ciegas a 3.000/6.000 toca jugar tight, aunque no dejaré pasar buenos spots. As-Rey desparejado, por ejemplo. Resubo, todo el mundo se tira y me lo llevo. Dos Jotas ahora. Resubo y todo el mundo se tira. Este tipo de manos son muy buenas para pescar ciegas a estas alturas de la película.
La burbuja del Main, una experiencia única
Las eliminaciones se suceden y las anuncian por las redes sociales de las WSOP y Winamax. 15 jugadores restantes. 10. Algunos conocidos. Veo, por ejemplo, el nombre de Alexandre Réard, quien dice adiós a tan solo 10 plazas del dinero. ¡Qué mala suerte! Hace tiempo que nos conocemos y es un adversario con mucha clase. Desde la época Poker&Associés en la terraza de nuestro Riad en Marrakech hasta nuestra integración en Teams diferentes, hemos hablado de póker en muchas ocasiones. De hecho, pienso que si sigo vivo en este torneo es gracias a él, y viceversa creo.
Llegamos casi al típico mano por mano y me encuentro a la altura del river en un bote en el que he disparado dos cañonazos con A-Q en A-7-3-10-8. Decido check-back y me lo llevo en el show-down. Subo hasta 460.000 fichas por la tercera y última vez del día. ¡Casi 75 BB! Los jugadores se levantan fruto de la exitación y la sala se llena de curiosos. “Hand-by-hand”, anuncian. ¡Mi primero en las Series Mundiales! Los dealers deben levantarse al término de cada mano para facilitar el trabajo de los TD, quienes anuncian las manos una a una. Con más de 100 mesas operativas, el proceso lleva su tiempo. Llevamos casi diez horas de póker a las espaldas y el cansancio empieza a hacer mella. Mi mesa pide una ronda de birras y yo hago “call” con mucho gusto. Detrás nuestra optan por una botella de vino. ¡Y chupitos en el caso de la 123! Es la fiesta. Los short-stacks se liberan un poco de la presión. 15.000 $ es un buen pellizco para la mayoría de los jugadores en liza. Nadie quiere quedarse fuera. 15.000 $ asegurados y el sueño de entrar en la mesa final y jugar por los 10 millones de dólares intacto. Eso se juega en estos momentos Y por fin. La burbuja explota, el día se termina. Meto en la bolsa 467.000 fichas para el Día 4. Noto cómo la presión desciende y empiezo a tomar consciencia de la hazaña. Mi primer ITM en el Main Event de las World Series of Poker. Davidi también estará en la siguiente ronda. La aventura continúa…