[Blog] Rompiendo la rutina
Por LIFE STYLE
dentroYo hace muchos años que ya no tengo ese supuesto problema (efectos colaterales de dedicarme al póker), pero sí recuerdo perfectamente cuando era pequeña y pasaba las vacaciones en Galicia cómo mis padres, sobre todo mi madre, a partir de la última semana de agosto empezaba a refunfuñar lamentándose de que “ya no quedaba nada para volver a la rutina”.
A mí no me traumatizaba nada la vuelta al cole, ya que siempre he tenido la capacidad de centrarme en el lado bueno de las cosas. Pensaba en lo guay que sería ver de nuevo a todos los amigos a los que había perdido la pista durante el verano, y sentía curiosidad por ver qué depararía el nuevo curso. Hoy en perspectiva también creo que la temida rutina a mí personalmente me da cierta noción de control, algo que ahora que soy mayor resulta una necesidad importante.
Sin embargo, todo mi entorno parecía entrar en pánico cuando el retorno a la rutina resultaba inminente. Para la mayoría de personas el día a día, aquello que hacemos a diario de forma repetitiva, siempre se ve cómo algo tedioso de lo que merece la pena escapar.
Sé que no todo el mundo tiene la suerte de poder currar en algo que le apasione, pero sí está en nuestras manos hacer de nuestros hábitos algo agradable. Al fin y al cabo, esforzarnos en configurar una rutina motivadora tiene mucho sentido, más incluso que elaborar unas vacaciones de ensueño, especialmente si tenemos en cuenta que es lo que hacemos el 80 % del tiempo.Por una parte, está la actitud con la que os enfrentáis a esa rutina. Da igual el trabajo que tengáis, cómo os predisponéis a ello es clave. Una de las cosas que más valoro de mi chico (y que ahora aplico convencida) es su filosofía ante cualquier situación inevitable: vais a tener que hacerlo de todos modos, así que, ¿por qué no ponerle ilusión? Si solo hacéis que pensar en la pereza increíble que os da levantaros cada mañana para hacer algo que no os apasiona estáis preparando el camino para tener días de mierda.
También es fundamental crear hábitos paralelos que hagan que vuestro día mole. Aunque eso suponga madrugar un poco más o llegar a casa más tarde, dedicarle un tiempo a hacer algo que os haga sentir bien puede marcar la diferencia. Ya sea ir a clases de boxeo tres días a la semana, cocinar junto a tu pareja la cena cada martes, jugar a básquet con los colegas, entrenar y meditar por las mañanas, leer antes de acostarse, escuchar vuestro podcast favorito mientras paseas al perro… ¡lo que sea! Haced que estas pequeñas cosas que podéis encajar en el día a día y os ponen de buen humor formen parte de vuestra rutina. Asimismo, os aconsejo que no seáis cortoplacistas pensando en el gustito de esa hora extra “haciendo el perro”.
A veces por inercia o cansancio dejamos de hacerlo, pero un pequeño esfuerzo de planificación puede marcar la diferencia respecto a cómo os sentís cuando miráis a la rutina que os espera. Saber aplazar la gratificación inmediata pensando en el medio y largo plazo suele dar buen resultado.
En mi caso, más de uno puede pensar que por el hecho de estar viajando frecuentemente a lugares distintos es imposible introducir unas pautas en mi rutina. ¡Nada más lejos de la realidad! De hecho, es precisamente crearme una rutina placentera lo que me da cierta sensación de calma y me permite llevar una vida aparentemente caótica de forma bastante organizada.
Mens sana in corpore sano (viceversa)
A lo largo de los años he construido ciertos hábitos que prácticamente forman parte de mí porque me gustan, pero sobre todo porque me hacen sentir bien. A veces tengo la sensación de que algunas personas tienen un enfoque muy infantil con respecto a sus hábitos, es decir, el típico “como no me gusta no lo hago”. Y si bien es importante introducir elementos que nos gusten en nuestra rutina, aún más fundamental es aprender a que nos gusten ciertas cosas. Aunque en el corto plazo no nos apasionen a la larga añaden calidad a nuestras vidas.El ejemplo más recurrente es el deporte. Entiendo que no a todo el mundo le apasione entrenar, pero creo que todos tenemos la capacidad de encontrar algo que nos motive, ya sean caminatas con el perro, partidos de fútbol, hacer yoga, crossfit o bailar regularmente. Incluso si al principio da pereza, aún no he conocido a nadie que después de realizar alguna actividad física que le guste al acabar diga que se arrepiente. Además, una vez logramos convertirla en hábito seremos tan conscientes del bien que nos hace que incluso los días que de entrada no nos apetece seremos capaces de llevarlo a cabo casi de forma automática, porque reconoceremos las sensaciones de después.
Como todos los que me conocéis sabéis, para mí entrenar es innegociable. Es algo que necesito para “sentirme yo”. ¡Me encanta! Por eso no necesito desconectar de esta rutina en vacaciones. Alguna vez he recibido mensajes de personas extrañadas de que siguiera entrenando cuando me tomo algunas semanas de descanso. ¡Para mí no supone un esfuerzo! ¡Es mi rutina preferida!
Tengo que reconocer que también hay partes de mis hábitos (que me he diseñado yo sin que nadie me obligue) que disfruto menos, pero las hago a gusto. Aunque puede parecer contradictorio tiene todo el sentido del mundo. Por ejemplo, cuando estoy en casa mi rutina incluye ciertas horas de estudio de póker. La tarea per se no me encanta. No disfruto estando encerrada trasteando con solvers… Sé que hay muchos jugadores que disfrutan puramente con estas tareas, pero no es mi caso. Sin embargo, solo pensando el para qué estoy incluyendo esta rutina cambio el chip. El para qué es una herramienta brutal, te permite enfocarte en tus objetivos futuros y ver con claridad a dónde quieres llegar.
Espero que estas líneas os hagan reflexionar un poquillo acerca de lo importante que es crear una rutina potente. Habrá cosas que no nos entusiasmen que no podremos eliminar, pero desde luego sí está en nuestras manos añadir otras que sumen y sobre todo decidir con qué actitud nos enfrentamos a ellas.