[Blog] Por el amor al juego
Por LIFE STYLE
dentroTras salir del colegio, que terminaba a eso de la una de la tarde, me apresuraba a ir a casa a por algo de comer y a las dos y media ya estaba en el gimnasio. Los entrenamientos empezaban a las seis y media y a veces no había jugadores hasta las cinco y media. Ponía mis discos favoritos que previamente había pirateado por los altavoces del gimnasio y jugaba al baloncesto durante horas y horas. Solo. Sin fans, sin vítores, sin dinero de por medio, sin oponentes. Jugaba, siemplemente jugaba. Para practicar. Para aprender. Para soñar. Sin duda, uno de los mejores momentos de mi vida.
La verdad es que no me fue mal. Me llamaron para entrenar con el primer equipo a los quince años y estuve unas cuantas temporadas como profesional, aunque fuera principalmente para gritar desde el banquillo. Ganamos muchos títulos regionales, algunos a nivel nacional, y yo gané un puñado de premios individuales. Finalmente, llegué al equipo profesional y jugué contra el Oporto y el Benfica ante las cámaras de la televisión nacional. El baloncesto sigue siendo el amor de mi vida, y cuando miro hacia atrás y veo esos dieciséis años de juego, mis mejores recuerdos son los de cuando jugaba solo en ese gimnasio. No los títulos, ni los grandes partidos; sino esos momentos en los que me enfrentaba a mí mismo. El tiempo se detenía entre cada bote y esa sensación de plenitud que sentía anulaba cualquier otra cosa que sucediera en el exterior. En particular, recuerdo esa sensación tranquilizadora e inconfundible de mejorar trabajando.
Tapetes y cartas
Año: 2021. Lugar: Rio All-Suite Hotel and Casino, Las Vegas, Nevada. Soy jugador profesional de póker desde que dejé el baloncesto. Ya han pasado más de diez años. Estoy en plenas World Series of Poker. Un lugar especial que al mismo tiempo se ha vuelto familiar. Veo a uno de mis más antiguos oponentes, Nicklas Astedt. Probablemente le conozcas como Lena900, al igual que me conoces a mí como Naza114. Charlamos, amistosamente, como siempre. Competimos duro, como siempre también. Recordamos los buenos tiempos. ¿Cuántos de los profesionales MTT high stakes de aquella época siguen jugando regularmente cada semana hoy en día? ¿Cuántos siguen ganando diez, doce años después? La lista no es tan larga. Cada año menos, de hecho. No, no quedan tantos. Muchos de estos jugadores siguen en plena forma. La mayoría de ellos todavía pululan por aquí. Pero hoy en día son pocos los que juegan asiduamente fuera de los domingos y los periodos de festivales online.
Entonces, ¿por qué seguimos haciéndolo? No tiene nada que ver con el beneficio que podamos obtener un jueves cualquiera. Nada que ganar que no hayamos ganado ya. Hablamos y hablamos, hasta que nos damos cuenta de que lo que nos diferencia del resto de jugadores, incluso en el mundillo profesional, es que nosotros amamos grindar. Sin importar lo que esté en juego. Sin importar si las cámaras nos enfocan.
Sabiduría oriental
Los japoneses tienen un principio de vida que podría traducirse como "amor a la tarea". Independientemente de lo que estés haciendo, lavando los platos, leyendo un libro, corriendo una maratón o cocinando un filete, puedes tener una vida plena y satisfactoria si vives por el "amor a la tarea".
Estoy viviendo lo que considero una carrera de ensueño. Encabezo la Online All-Time Money List, he ganado un montón de títulos, he llegado a no sé cuántas mesas finales, formo parte de la élite de los jugadores patrocinados, he jugado frente a las cámaras de la televisión nacional y he sido portada de un publicación de referencia. He ganado mucho más dinero del que necesito, he viajado por todo el mundo y he vivido en tres países diferentes. No obstante, cuando echo la vista atrás no me fijo en nada de lo anterior. Ni en el brazalete, ni en los laudos. Mis mejores recuerdos del póker son los de aquellos largos y solitarios días en los que empecé a tomarme en serio mi pasión. El tiempo se detenía entre cada clic y esa sensación de plenitud que sentía anulaba cualquier otra cosa que sucediera en el exterior. En particular, recuerdo esa sensación tranquilizadora e inconfundible de mejorar trabajando.
¿Por qué sigo jugando tan a menudo y tan intensamente? ¿Por qué grindo tanto? Esta pregunta me la hacen a menudo, igual que cuando jugaba al baloncesto a solas durante horas. La mayoría de la gente no parece entenderlo. Yo tampoco lo entendía antes. Pero supongo que no han encontrado (todavía) ese algo que les haga sentirse completos, en paz. Una tarea que les gustaría hacer sólo por el hecho de hacerla. Sin ningún otro propósito detrás. Hasta que no la encuentren, no podrán entender por qué para mí, grindar es vida, y por qué siempre me entrego a cada cosa que me propongo. Día tras día. Hacer otra cosa sería un desperdicio.
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