[Blog] Mi victoria irlandesa

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[Blog] Mi victoria irlandesa
Si no pudisteis pasaros por Dublín, cuando acabéis de leer estas líneas, o bien vais a tomarme por una loca en el mejor de los casos o, peor aún, por una aficionada a la bebida. Para que os situéis. Todo tiene lugar en la primera planta del ala anexa al campo de golf del City West Hotel, en el que suele reinar un ambiente difícil de transcribir en las noches de los jueves del Winamax Poker Open. No sé si habéis tenido la oportunidad de ver el material audiovisual o los artículos del evento… Pero, creedme, lo que os hemos enseñado no se acerca ni siquiera a la que se montó en tierras irlandesas.

El Winamax Beer Pong Open de Dublín es un torneo que nada tiene que envidiar al Main Event. ¡Veis! ¡Seguro que ya estáis pensando que me falta un tornillo! Quiero decir, si bien en él no interviene el aspecto crematístico, os puedo asegurar que el trofeo en juego entre las pequeñas bolas de plástico es igual de deseado que aquel que se disputa entre fichas de cerámica. Recuerdo las caras de algunos participantes del Winamax Pong Open de Marrakech el mayo pasado. Aquellos que habían salido derrotados sentían de verdad la eliminación.  Debo admitir que en ese momento pensé que la gente exageraba. Yo misma había terminado en dieciseisavos de final tras algunos lances épicos en compañía de nuestro querido Adrien Delmas, aunque en mi caso me sobrepuse rápido una vez terminó la partida. Fue un poco después, durante el verano, cuando me entró el gusanillo. Con la mesa  oficial de Winamax para estos menesteres en casa y el Sol brillando en la terraza, encadenaba partidas una tras otra. Con el tiempo, una idea se me metió entre ceja y ceja: hacerme con el título del próximo Winamax Beer Pong Open de Dublín. Para ello, me preparé a conciencia y me entrené durante un mes entero con vasos octogonales, que son los que se utilizarían en la siguiente cita.

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Mis deberes de verano.

Y llegó la hora de la verdad.  El 20 de septiembre, cuando el DJ oficial de Winamax, DJ Rond, nos llamó a mi pareja y a mí para que nos acercásemos a las mesas repletas de vasos, todo estaba ya preparado para la retransmisión del evento en Winamax TV. Harper, a veces adversario y otras veces compañero de batallas, formaría dupla conmigo durante todo el campeonato. Siete rondas nos separaban del título. 96 equipos a batir, es decir, 190 jugadores por eliminar. A cada partida, dos litros de cerveza coronaban los extremos de cada mesa. Nuestro punto fuerte era que nos conocíamos a la perfección. Los roles se intercambiaban a medida que la partida avanzaba: uno bebía y otro tiraba la pelota, y viceversa.

A la hora de lanzar las primeras pelotas, mi rictus, dibujado por una ligera sonrisa y una mirada penetrante, se asemejaba al que pongo en las mesas cuando mi concentración es máxima.  Miro las mesas que nos rodean y al resto de equipos que están dispuestos a todo por quedar de pie.  Algunos venían disfrazados con la intención de pasárselo bien, pasar una ronda y, si eso, apuntarse a un hiperturbo. Otros tenían tantas ganas de ganar que sus ansias les jugaban malas pasadas, y eso generaba piques entre compañeros.

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En lo que respectaba a nosotros, el camino estaba marcado. Una partida de beer-pong no se puede dar como ganada hasta que la pelota no ha entrado en el último vaso, aunque me temo que me será complicado explicar cómo conseguimos llegar hasta el final de dicho camino. Hubo momentos en los que nos llevaban bastante ventaja, con cuatro vasos en el campo contrario y solo uno en el nuestro, otros momentos en los que… Hasta ahí los detalles que os puedo aportar de las partidas (por razones obvias).

El Winamax Beer Pong Open es un subidón. Y no solo me refiero al tema de la bebida. Se respira un ambiente muy emocionante, en el que subidones de adrenalina se intercalan con sudores fríos y la presión de la bola cuando bordea el último vaso de la mesa. Es como si entraras en un túnel en el que no existen distracciones, solo una ruta a seguir. Dedicas toda tu atención a lo que sucede en las mesas, a esperar aquel momento en el que sales victoriosa… o perdedora.

Y nuestro túnel se fue ampliando poco a poco para acoger en cada momento a más gente. A medida que las mesas se iban vaciando para dejar sitio a los octavos, los cuartos, las semis y la final, recibimos el apoyo de un montón de amigos y desconocidos. Con el póker ya había tenido la gran fortuna de vivir finales y momentos de mucha emoción, arropada por el apoyo de los espectadores de la mesa final. Y en este torneo volví a sentir esta emoción, aunque con una pequeña diferencia, la proximidad y el hecho de poder cantar y vacilar durante toda la partida. Los amigos de Ivan Deyra celebraban cada bola que metíamos en el vaso, silbaban a nuestros rivales y, con sus cánticos, nos llevaron en volandas hasta la final.

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En la semifinal, tenía en mente la cara de decepción de todos los que habían visto su sueño de ganar truncado, también era el mío y, sin ninguna duda, no iba a dejar que se me escapara. Nos sentíamos intocables, animados por el ruido, el alcohol y nuestro objetivo. Cuando Harper metió la última bola, se mezclaron una multitud de sentimientos: alegría, liberación, orgullo… Una victoria en el Winamax Beer Pong Open tiene mucho que ver con la fortaleza mental, esa tarde aprendí mucho sobre mí misma y mi capacidad de concentración. El trofeo está en casa y, releyendo estas líneas, me doy cuenta de que sí, estoy loca; pero… ¡bendita locura!

Nos vemos el próximo año, Dublín.


O RLY

Uno de los primeros terrores en femenino de la nueva generación. Un impresionante talento, ¡eficiente y encantadora!

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