[Blog] Juego, set y partido

Por dentro

[Blog] Juego, set y partido

¡Hola a todos!

¿Qué tal? Espero que estéis llevando toda esta locura de la mejor forma posible. Yo, como os podéis imaginar, sigo sin salir demasiado de casa, jugando mucho en línea y estudiando todo lo que puedo. Pero no es de póker de lo que hoy quiero hablar. Me gustaría escribir unas líneas sobre otra faceta de mi vida que, aunque lejana, sí creo que tuvo bastante parte de culpa a la hora de forjar ese carácter competitivo que tanto me ha servido para llegar a donde estoy en el mundo del póker.

Mi primera gran pasión fue el tenis. Todavía hoy en día suelo llevar mi raqueta a muchos eventos para pelotear con algunos jugadores del circuito, o incluso con nuestro coach del Team Winamax, Stéphane Matheu, a quien seguro habréis visto en los capítulos de En la mente de un Pro. Steph fue un gran jugador de tenis cuando tenía algunos años menos, llegando incluso a jugar Roland Garros. ¡Ahí es nada!

Tenis en vena

Desde pequeño sentí la atracción de la raqueta. Tenía tres o cuatro años cuando empecé a darle a la bola, en una época de mi vida en la que, como a cualquier chaval, también el fútbol me llamaba la atención. Por entonces, en el polideportivo de mi pueblo (San Martín de la Vega, Madrid) practicaba ambos deportes: dos días a la semana fútbol y otros dos días tenis, así hasta los diez años, cuando diría que se empezó a despertar mi gen competitivo. Recuerdo que me sentaba mal ver como algunos compañeros de equipo no se esforzaban tanto como yo, o que mis resultados dependían de lo que hicieran otros, así que tal vez fue eso lo que me hizo decantarme por el tenis en lugar del deporte rey, una actividad en la que solo mi esfuerzo y capacidad de mejora impactaría en los resultados.

Adrian M.También sentí que en el fútbol no destacaba especialmente, mientras que en el tenis sí veía cómo poco a poco iba despuntando más y más. Además, a mí lo que de verdad me gustaba, aunque entrenar estaba muy bien, era competir. Con el fútbol solo podía jugar un partido a la semana, mientras que con el tenis había fines de semana que jugaba cuatro o cinco partidos en distintos torneos (mucho mérito aquí de mis padres, que se volvían locos llevándonos a mí y a mi hermano de aquí para allá).

A los doce años mis padres me apuntaron a un club más avanzado de Getafe. Avantage se llamaba. Allí empecé a entrenar con mi hermano, que es dos años y medio más pequeño que yo. Ambos competíamos por todo Madrid para subir en el ranking y ser cabeza de serie en los siguientes torneos. Mis padres se iban turnando para llevarnos. Cuando lo pienso... ¡Tienen el cielo ganado!

Así pasaron unos cuantos años. Tanto mi hermano como yo disfrutábamos mucho de la competición. Haciendo un símil al póker, veía cómo iba escalando niveles poco a poco, pero en honor a la verdad, y aunque cuando yo tenía casi dieciséis años nos ofrecieron entrar en un Centro de Alto Rendimiento, dentro de mí sabía que no iba a llegar a jugar de forma profesional. Mi hermano tenía más facultades, él sí llegó a competir a nivel estatal, pero mi radio de acción se limitaba a la Comunidad de Madrid, y esa especie de estancamiento me frenó un poco.

Shuffle up and deal

¡Quién sabe si las cosas hubieran sido distintas si hubiera tomado otras decisiones por aquella época! Primero me ofrecieron entrar en un colegio especializado en deportistas de alto rendimiento, favoreciendo así los entrenamientos tanto por la mañana como por la tarde. Yo decidí quedarme en mi colegio, con mis amigos de toda la vida, y seguir entrenando solo por la tarde, algo que lógicamente impactó en mi nivel, pues veía cómo algunos de los rivales que me encontraba habitualmente mejoraban y progresaban a un ritmo muy distinto al mío. Más tarde, con diecisiete años, me ofrecieron una beca en una universidad de Estados Unidos, donde me pagaban la carrera y mis entrenamientos. Pero claro, por aquel entonces ya había descubierto el póker, me llamaba mucho la atención, y me había mentalizado de que no me dedicaría profesionalmente al tenis, mientras que tal vez sí lo podría hacer en el póker, así que rechacé la oferta y me centré en las cartitas. 

Adrián M. CopaAl cumplir la mayoría de edad, bastante quemado de practicar el saque y el revés a dos manos, decidí dejar el tenis. Mi gen competitivo me decía que lo que de verdad iba a despertar mi sed por ser mejor que el resto lo encontraría en el póker y no en el tenis. Fue una etapa de mi vida que guardo con muy buen recuerdo, y que me enseñó a ser quien soy hoy en día. Aprendí que se puede ser mejor día a día, que el esfuerzo da sus frutos y que en una actividad tan individualista como es el tenis, al igual que en el póker, solo tú, con el sudor de tu frente, puedes labrar tu propio futuro.

Hoy disfruto mucho peloteando de vez en cuando, sacando la raqueta a pasear y echando unas bolas con Steph o con otros amigos del circuito, o incluso jugando a pádel, que de una forma u otra me quita el mono de tener una raqueta en la mano. Y cómo no, viendo al mejor deportista español de todos los tiempos, Rafa Nadal, un espejo en el que todos podríamos mirarnos por su espíritu de superación y excelencia. 

Esta fue mi trayectoria con la raqueta. Espero que os haya gustado y nos leemos en la siguiente ocasión.

¡Suerte en las mesas!

Adrián "Amadi_17" Mateos


Amadi_17

4 brazaletes de las WSOP, un estilo de juego superagresivo y una vitrina de trofeos que crece año tras año: ¡el madrileño es simplemente uno de los mejores jugadores del planeta!

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