[Blog] Egomanía
Por LIFE STYLE
dentro"La verdadera medida de un hombre es el grado en que ha conseguido subyugar su ego". - Albert Einstein
El ego se refiere al yo, es decir, a la representación que cada individuo se hace de sí mismo. Se construye desde el nacimiento y se forja a través de las experiencias vitales, el entorno en el que se desenvuelve el niño, los encuentros y las interacciones con quienes le rodean. Cuanto más limitadas son las experiencias, menos se enriquece el yo. Como la percepción de cada persona es única, el ego puede ser más o menos fiel a la realidad. Así es como encontramos individuos con egos sobredimensionados o egos débiles y egos bastante bien construidos y equilibrados. Por ejemplo, un niño que es constantemente menospreciado por sus padres tendrá una visión negativa de sí mismo y una tendencia a ver sólo sus defectos y carencias, lo que se traduce en una baja autoestima, vinculada a su vez a un ego débil. Un individuo con un ego sobre inflado suele tener los mismos defectos profundos que un ego débil, pero los expresa de forma opuesta, a través de un mecanismo de compensación. Enmascaran sus sentimientos de inferioridad con una confianza y un aplomo infalibles.
En la vida cotidiana, el ego se manifiesta de diferentes maneras. Es el ego el que tiende a querer convencer, a imponer sus ideas y su forma de pensar, a menudo de forma inconsciente para el individuo en el que se expresa. El ego nos empuja a buscar validación y reconocimiento y también a mostrar cierta dominación sobre los demás. Originalmente, el ego era simplemente un mecanismo de supervivencia diseñado para satisfacer nuestras necesidades primitivas. Se manifiesta para demostrar la legitimidad de la existencia del individuo. El ego toma el control en cuanto percibe un peligro. Es un mecanismo de defensa y protección que se activa para evitar que perdamos la cara y nos hagamos daño reflejando una imagen negativa de nosotros mismos.
Guerra de egos, grandes consecuencias
En el mundo del deporte y del póker no faltan los egos exagerados. ¿Cuántas veces hemos presenciado batallas de egos entre dos jugadores en una mesa? El ego puede tener aspectos positivos. Puede, por ejemplo, llevar a un individuo a buscar sistemáticamente la victoria para ser el mejor, más que el rendimiento en sí, y en este caso puede ser una fuente importante de motivación. Pero esta motivación está ligada a lo emocional, y puede ser fluctuante, vacilante, menos sólida y estable que la motivación inducida por un objetivo centrado en la tarea, es decir, en el puro rendimiento. Por regla general, poco positivo resulta dejarse dominar por el ego. El ego puede ser responsable de tilt, malas decisiones y errores provocados por jugadores que sobrestiman sus propias capacidades y subestiman las de sus oponentes. También puede provocar emociones fuertes cuando la imagen que tenemos de nosotros mismos se ve empañada por la realidad. Emociones que pueden influir negativamente en nuestro proceso de toma de decisiones.
Todo el mundo necesita tener ego, pero lo importante es no dejarse guiar por él. Aunque es perfectamente normal evaluar constantemente tus habilidades, la falta de objetividad puede ser desastrosa a la hora de valorar tus cualidades y defectos. Una visión errónea de la realidad, en el caso de un ego sobre inflado, hará muy difícil enfrentarse al fracaso. El individuo encontrará todas las excusas del mundo para explicar por qué las cosas no salieron como deseaba. Ya sea la varianza, los errores del contrario, un mal golpe, el hecho de que el dinner break no fuera en el momento adecuado, cualquier excusa servirá para preservar su autoimagen.
Domar el ego
Cuando observamos a los grandes campeones, no cabe duda de que tienen personalidades diferentes, con egos más o menos pronunciados. Pero una de las cualidades que encontramos regularmente en la mayoría de estos deportistas es una cierta humildad. Los deportistas de muy alto nivel suelen ser conscientes de la fragilidad de su estatus y saben que su carrera puede ser efímera, lo que les lleva a dar un paso atrás y a tener una visión más clara de sí mismos. Cuando hablo con Adrián Mateos o Davidi Kitai, grandes campeones en su disciplina, por citar sólo a dos, siempre he admirado y me ha llamado la atención la humildad que emana de estos dos jugadores. Creo que es una de sus mayores cualidades. Ser capaces de dejar sus egos fuera de juego, de deshacerse de cualquier elemento emocional en su proceso de toma de decisiones y quedarse sólo con el lado analítico y estratégico en situaciones clave.La idea, por tanto, no es deshacerse del ego por completo, aunque puede tener un lado positivo de vez en cuando, dándonos una fuerza inesperada, por ejemplo. De lo que se trata es de aprender a domarlo. Para ello, hay que empezar por dar un paso atrás y observar: tomar conciencia de los momentos en los que es el ego el que dicta nuestro comportamiento enfrentándonos a la realidad de forma humilde, franca y objetiva. Identificar esa vocecita de juicio en nuestra cabeza y darnos cuenta del impacto negativo que tienen esos pensamientos en nosotros, para luego tratar de entender nuestras reacciones y los miedos y creencias asociados a ellas. Es un proceso profundo que no se hace de la noche a la mañana. Pero con suficiente desprendimiento y un espíritu de bondad hacia nosotros mismos, es posible aprender a soltar nuestro ego y vivir mucho más serenamente, no en el pasado ni en el futuro, sino en el momento presente.