[Blog] ¡Apaga y vámonos!

Por dentro

[Blog] ¡Apaga y vámonos!

Este año y medio que llevamos sin poder jugar en vivo me ha hecho ponerme melancólica en más de una ocasión. Echo de menos el estilo de vida que tenía antes. Lo digo a sabiendas de que soy una afortunada, pues puedo seguir trabajando y disfrutando desde la comodidad de mi casa, pero el picorsito del vivo está ahí, latente.

En uno de estos arrebatos de nostalgia, me puse a pensar en los momentos que recuerdo con más fuerza de mis viajes en vivo a lo largo de mi carrera de casi diplodocus. Se me ocurrió entonces que podría hacer un ranking de mis mejores y peores momentos. Objetivamente hablando, en realidad ni siquiera los malos parecen tan malos ahora, pero todo depende de cómo cada uno interpreta lo que le pasa en un instante concreto. Aquí van los cuatro peores recuerdos pokeriles.  

Welcome to Fabulous Las Vegas?

the simpson
Mucha gente cree que mi primer viaje a Las Vegas fue en julio 2009, cuando la lie en el Main Event, pero en realidad ese fue el segundo. Justo dos semanas antes, viajé a la Ciudad del Pecado para grabar un reportaje para el canal Cuatro. Consistía en un recorrido por la cara más desconocida de la ciudad. Realmente me impactó adentrarme los suburbios y ver la cantidad de pobreza que hay. Niños esnifando cola en los patios de las casas, sintechos por todos lados, drogadictos por la calle, conocer las historias que nadie te cuenta de gente que lo perdió todo, descubrir que es la urbe con más suicidios de todo Estados Unidos…

Lo cierto es que, aunque me encanta investigar, guardo un recuerdo amargo de ese primer contacto, sobre todo de cómo la mayoría solo conocen los clichés que nos llegan a través de los anuncios: casinos, fiesta, Elvis y Marilyn de boda… Dicho contraste con la cara más lujosa, divertida y conocida de la capital del estado de Nevada me dejó bastante tocada.

Sin maleta en las Bahamas (y sin ordenador)

A principios de 2018, como cada enero, hice la maleta para volar a Nassau (Las Bahamas) a jugar el mítico festival que inaugura temporada tras temporada el calendario de este mundillo. Desgraciadamente, tardé en volver a verla. Aterricé en la capital bahameña ansiosa de naipe y de disfrutar del calorcillo que gozan estas zonas tropicales prácticamente todo el año. Las malas noticias llegaron cuando pasados 30 minutos desde que el carrusel de equipaje dejase de girar, ya vacío, tuve que aceptar que mi maleta roja no iba a aparecer. La localizaron en Miami y me prometieron que vendría en el siguiente vuelo. “Mañana a primera hora la tendrá en su hotel”, me aseguraron. Ni tan mal.

Al tercer día de seguir el coñazo de protocolo para hablar con el departamento que gestiona el equipaje perdido en el aeropuerto de Nassau mi nivel de mala hostia aumentó bastante. Fátima, una amiga, me había dejado una muda, pero había venido con lo justo y no podía prestarme más ropa, así que tocó ir de compras.

Leo M.El Atlantis, ese complejo turístico donde la hamburguesa más barata cuesta 60 euros, ofrecía bikinis, camisetas y ropa interior de la misma categoría. Empezaba la aventura con menos de 500 euros en mi cuenta y apenas cuatro piezas de ropa nuevas. También me agobiaba saber que había facturado el portátil: nunca lo hago y para una vez que decido no meterlo en la mochila… ¡Quién me mandaría a facturarlo!

La maleta nunca llegó, el desembolso en ropa fue una ruina y no pude estrenar el bikini que me había comprado porque siguieron diez días de lluvia sin parar. Mi chándal me acompañó, como cada día, a la sala de torneo; esta vez al Día 3 del Main Event. Algo bueno al menos. No obstante, tras un hero call a falta de cinco minutos para el término de la jornada, acabé embolsando unas ridiculísimas dos ciegas y media, que serían mi artillería para afrontar la burbuja al día siguiente.

Por suerte las cosas empezaron a mejorar. Milagrosamente entré en premios y esa misma noche mi padre me envió un mensaje para decirme que habían traído mi maleta a su casa de Barcelona (recordatorio de que no voy a explosionar si me animo a cambiar la placa identificadora de la maleta con mi dirección actual): estaba el portátil.

Sí, admito que parece que hago un mundo de todo lo anterior. Lo acepto, pero fue un marronazo y recuerdo vivirlo con un nivel de estrés del que no me siento nada orgullosa, ya que al fin y al cabo no había nada que pudiera hacer.

Faroleé 300 ciegas en el primer nivel del Main Event en Las Vegas contra un recreacional calling station

Cuando recuerdo este momento me viene a la cabeza este emoticono ☹ Juro que aún tengo remordimientos de esta jugada. Ocurrió en 2015 y sigue doliéndome. En realidad, creo que sobran las palabras, el emoticono es suficiente. A mi favor decir que bloqueaba unos posibles trips.

Crisis de pareja tras caer en burbuja

Leo M.
En 2019, jugué en el Casino de Barcelona uno de los torneos con el field más duro en los que he participado: el Millions de 10.000 € de buy in. Al permitir entradas ilimitadas y tener una estructura lentísima, la selección natural hizo su efecto y la proporción de jugadores profesionales que pasamos al Día 4 fue dramáticamente alta.

El mano a mano era tenso, pues el primer cobro eran ya 25.000 €; mi mesa, jodida como todas. Con 30 BB me repartieron KK y acabé yendo all-in en un flop QT7 fd contra la ciega grande, que me había defendido. Perdí contra sus dobles. Llamé a mi pareja, con quien hacia menos de un año que estaba saliendo y que no conocía mucho del funcionamiento de los torneos: “Tienes que estar orgullosa, lo has hecho muy bien y has llegado al Día 4”, me dijo. ¡Si llega a soltarme eso a la cara en vez de por teléfono lo estampo contra la pared!

Aunque parezca una broma, tuvimos una bronca épica porque Alberto no entendía que el comentario no tiene lugar si te dedicas a esto seriamente. No comprendía que me irritara tanto ni parecía querer dar su brazo a torcer para ponerse en mi piel, pretendía convencerme de que tenía que estar supercontenta. Yo también tuve que hacer un ejercicio de empatía y comprender que su comentario iba con la mejor intención.

Tras un mes discutiendo de forma muy frustrante sobre el tema, logré que lo captase. Ahora tengo al mejor raileador del mundo y sabe tratarme perfectamente, tanto en los éxitos como en los días que el póker nos trata mal, que como ya sabes no son pocos.

¡Espero que mis anécdotas te hayan ayudado a evadirte un poco y recordar el tiempo en el que podíamos tocar las cartas! En mi siguiente blog hablaré de vivencias más alegres. ¡Ojalá dentro de poco pueda seguir acumulando nuevas!


Leo Margets

Tras un magnífico deep run en el Main Event de las WSOP, la barcelonesa se ha convertido en una de las figuras emblemáticas del póker español.

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